Es evidente que la relación que tuvimos con nuestros padres va a tener un impacto en la relación que construyamos con Dios. Ya vimos la importancia de la paternidad. Ahora entraremos a conocer un poco más al detalle la importancia de la maternidad para nuestra vida presente y en especial, su influencia en nuestra relación con Dios.
La mujer ha tenido la grandiosa oportunidad de ser escogida para ser la encargada de albergar la vida dentro de su ser. Desde el momento de la concepción hasta el alumbramiento, es impresionante la gran cantidad de elementos que se sincronizan para que la vida se pueda manifestar en un nuevo ser.
Aparte de ser una “incubadora de vida”, la nueva madre adquiere por naturaleza una serie de nuevas responsabilidades que tendrán una influencia notable en el bebé y su vida adulta posterior.
¿Un bebé entiende?
Me causa algo de gracia cuando escucho adultos decir frases como: el bebé está muy pequeño y todavía no entiende. También cosas en su extremo opuesto como: mi bebé es muy inteligente.
Desde muy temprana edad (incluso desde el vientre) los bebés activan su sensibilidad respecto a su entorno para poder interactuar con este de la manera más armónica posible.
Sus primeros años de vida son cruciales para sentar las bases de lo que va a ser la construcción y definición de su personalidad en los años que vienen.
Por tanto, cada experiencia, junto con las relaciones y vínculos que se generen en esta etapa, serán fundamentales para el futuro del bebé. En esta etapa se suelen desarrollar los primeros lazos afectivos.
Esto quiere decir que aunque cognitivamente puede que no “entienda” algo en esta etapa de 0-3 años, por ejemplo, no quiere decir que no vaya a tener un impacto en su vida o que el bebé no lo esté asimilando de alguna manera.
Como sociedad debemos ser cada vez más conscientes del impacto que causamos como padres, cuidadores, tutores, maestros, familiares, al desarrollo del bebé desde una muy temprana edad.
Respecto al polo opuesto de las frases comunes, se suele tener una idea vaga de las capacidades de los bebés. Como que al ser tan pequeños no saben nada. Es como si por el hecho de ser tan dependientes de sus padres, los bebés caen en una categoría de menosprecio y subestimación social.
¡Todos los bebés son inteligentes! Solo que aún falta bastante por hacer para que como adultos entendamos de lo que en realidad son capaces, aún desde que los estamos cargando en brazos.
La primera infancia (que suele ser la etapa que va de los 0 a 6 años) es un periodo vital y delicado ya que durante este tiempo se establecen los cimientos que le van a dar soporte al desarrollo cognitivo, emocional y social.
Es una etapa propicia para potenciar e incentivar capacidades de tipo comunicativo, social y cognitivo.
Las “grandes” demandas de los pequeños
Existe un mito muy extendido: si respondes a las necesidades de un bebé, lo estás malcriando, o él te está manipulando para salirse con la suya.
Tristemente este pensamiento ha hecho que crezcan niños con gran cantidad de vacíos que se reflejan posteriormente en sus relaciones adultas.
De hecho, niños que evidencian conductas caprichosas o problemáticas pueden sugerir que en sus primeros inicios de sus relaciones con sus padres o cuidadores, no se les proporcionó la atención debida a sus demandas o que fueron objeto de castigos y represiones físicas o psicológicas.
Por el contrario, los niños que denotan una actitud menos caprichosa y menos hostil, se puede inferir que han sido estimulados cognitiva y emocionalmente por sus madres y que además, sus demandas fueron atendidas satisfactoriamente.
Y aunque el término demanda suene un poco exagerado, en realidad lo que un bebé en esa etapa requiere que sea suplido es principalmente atención a sus necesidades fisiológicas y emocionales.
De la satisfacción o no de las mismas, el impacto en el adulto va a tener implicaciones que alcanzan a influir en la forma en la que vive sus relaciones actuales.
El vínculo especial madre-hijo
Desde los primeros días de vida, al bebé se le puede percibir una preferencia llamativa respecto al lenguaje verbal y no verbal de su madre.
Denota una especie de sintonía con relación a las expresiones faciales y sonidos de la madre, por ejemplo.
La importancia de la maternidad para el hijo trae consigo muchos beneficios cuando la relación madre-hijo se trabaja desde una temprana edad. Algunos de estos:
- Altos niveles de autoestima, seguridad y confianza en sí mismo.
- Deseo de compartir con los demás.
- Mejor estado de la tolerancia.
- Capacidad de amar y ser amado.
- Incidencia notable en su salud física y emocional.
- Ayuda a afianzar sus relaciones presentes y futuras.
Las consecuencias claras de no haber construido este vínculo se puede ver con los opuestos de los beneficios. Es decir, vemos niños con bajos niveles de autoestima, sociabilidad, tolerancia; salud física, emocional, psicológica, etc.
Cuando una madre no se detiene a revisar su pasado para que no se trasladen a sus hijos conductas o tratos inapropiados recibidos en su infancia, vemos que se puede presentar un escenario conocido como perpetuación de modelos.
En otras palabras, si los padres de la madre fueron violentos con ella, es bastante probable que ella haga lo mismo con sus hijos. De ahí mi énfasis siempre constante de permanecer en procesos de autorreflexión para ayudarnos a nosotros mismos y a nuestro entorno.
Impacto de la relación madre-hijo en las relaciones futuras del hijo
Aunque parezca que hemos estado tratando solo temas de crianza para padres, es una breve introducción valiosa para llegar a identificar raíces que puede que estén estorbando tanto en nuestras relaciones interpersonales como en nuestra relación con Dios.
Cuando hemos pasado por situaciones afectivas negativas durante nuestra infancia temprana, dada la gran capacidad adaptativa de nuestro cerebro, podemos llegar a un punto de rigidez e inflexibilidad emocional, cuyos resultados pueden potenciarse aún más en la adolescencia y hasta en la edad adulta.
Esto puede representar un tropiezo al establecer relaciones afectivas a nivel de pareja, por ejemplo. Esto se evidencia todavía más claro en los niños que han sufrido un abandono en su infancia donde no hubo un padre, tutor o cuidador que velará por la satisfacción de sus necesidades.
Tal es la influencia de la madre en el hijo, que si el vínculo afectivo se desarrolla de una manera positiva, el niño va a manifestar sentimientos como seguridad, afecto y confianza. Por el contrario, si no se desarrolla correctamente puede evidenciar sentimientos como la inseguridad, abandono o miedo.
Estos son los primeros inicios de aprendizaje emocional del niño.
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Importancia de la maternidad y su impacto en nuestra relación con Dios
Partiendo de la premisa que Dios diseñó a la familia con propósito, y que además asignó ciertas cualidades o roles que debían ser cumplidos por cada integrante, un desequilibrio en este diseño va a tener repercusiones tanto en nuestra relación con otros, como en nuestra relación con Dios.
Sin darnos cuenta, en muchos casos estos vacíos que no fueron llenados van a manifestarse de formas que no necesariamente guardan una relación directa, aparentemente.
Vemos por ejemplo el caso de Ana. Fue concebida producto de una relación adolescente donde claramente no estaba en los planes de sus padres en ese momento de sus vidas.
Juan, el padre en proceso, lleno de ansiedad al futuro, inseguridades y temores, opta por culpar a su pareja por lo ocurrido y le incita a que aborte. En últimas, que haga lo que quiera.
Finalmente, él no piensa estar presente ni hacerse cargo. La relación la ha dado por terminada, junto con la responsabilidad que ni siquiera quiso afrontar luego de sus acciones.
Catalina, la madre, dado el apoyo de su núcleo familiar, decide continuar con el embarazo. Lo que tal vez todos ignoran, es que desde el vientre Ana está, lamentablemente, ya en contacto con los inicios de sentimientos de rechazo y abandono.
Esto, por supuesto, va a incidir en su posterior desarrollo emocional y psicológico.
Como vimos en la entrada ¿como ser un mejor padre?, el rol paterno es fundamental para que este proceso de desarrollo en el hijo se lleve a cabo de una mejor manera.
Al perpetuar el abandono desde el proceso de gestación, pasando por el alumbramiento y luego atravesando las primeras etapas de su infancia, Ana está creciendo con unas carencias que deben ser identificadas y satisfechas de alguna manera.
Puede que esa sensación de abandono perdure por años y que en momentos de la pubertad, donde afloran muchos de estos vacíos, se evidencia en una búsqueda de seguridad en otros hombres.
Además, como la figura paterna suele ser significativa en la imagen temprana que nos formamos de Dios, esta sensación de abandono de padre natural puede trasladarse a la idea que tenemos acerca de Dios, y pensar que Él también es un padre ausente.
También, si un niño se ve enfrentado a situaciones que sean valoradas como peligrosas o amenazantes, su reacción inmediata tiende a ser el buscar protección y refugio en sus padres o cuidadores primarios.
Esta es una de las bases fundamentales para construir la confianza.
Si los padres no generaron un proceso de apego seguro mediante el cual el niño sepa que al llamar la atención de ellos, sus demandas van a ser suplidas, este fundamento de la confianza se va a ver quebrado notablemente.
Esta desconfianza fácilmente se puede trasladar a la imagen que tenemos de Dios. Corremos el riesgo de pensar que en Dios no se puede confiar. Que no es alguien que supla nuestras necesidades.
De igual manera, estas situaciones pueden llevar a crear estorbos en la consolidación de las relaciones con las personas. Y, adivina que… esto también puede trasladarse a cómo construimos nuestra relación con Dios.
Entonces, ¿ya no hay nada que hacer?
Tenemos un gran privilegio en Jesús. Cuando le permitimos entrar a nuestro corazón y decidimos andar en sus caminos, Él se encarga de hacer todo nuevo:
De modo que si alguno está en Cristo, es una nueva creación, las cosas viejas pasaron; he aquí, han sido hechas nuevas.
2Cor 5:17 (BTX4). Énfasis añadido.
Tal vez sea un verso tan mencionado que pasamos por alto lo poderoso que es para nuestras vidas.
Es tan poderoso que cuando nos detenemos a meditar en él, podemos entender la magnitud de la obra de Jesús en nosotros. Todo lo vivido, lo pasado, lo sufrido… Todo, puede ser reparado en Él y por Él.
Desde esta óptica, estos son algunos de los puntos que considero importantes a tener en cuenta para sanar heridas en nuestro corazón, dada la importancia de la maternidad en nuestra relación con Dios:
Perdonar a nuestra madre
Damos por hecho que somos imperfectos y que como tal, nuestros errores nos afectan a nosotros mismos y nuestro entorno.
Así, aún cuando nuestra madre haya podido hacer un gran esfuerzo durante nuestra crianza, puede que haya espacios donde se produjeron heridas que no fueron sanadas.
Todo proceso de sanidad debe incluir un proceso de perdón, por lo que antes de entregar nuestro perdón, debemos pedírselo a Dios. Recordemos el principio básico: damos de lo que hemos recibido.
Aquí es donde primero debemos exponernos delante de Dios para que sea revelado algún vestigio de deshonra o algo que pudo haber causado una herida en ella.
Reconocida nuestra parte, en arrepentimiento, pedimos que la gracia de Dios nos sea concedida para recibir el perdón por lo que hicimos y afianzar la base para poder perdonar.
Luego podremos situarnos, no desde la silla del juicio y el reclamo, sino desde la plataforma de la misericordia y la humildad para poder entregar toda carga de nuestra infancia que nos haya afectado, tanto cuando éramos niños como en nuestra etapa actual.
Este proceso espiritual va a trascender al alma, y aún al cuerpo, por lo que estamos haciendo un proceso integral.
Ahora, aunque se realiza en un principio en oración y en el secreto, si contamos con la oportunidad de generar un espacio con nuestra madre para manifestarle nuestro arrepentimiento pidiendole perdón explícitamente, podremos sanar una herida en ella y dar testimonio de Jesús obrando en nosotros:
Por tanto, den frutos dignos de arrepentimiento.
Mateo 3:8 (NBLA)
Recibir la plenitud de Dios
Aquellos vacíos que quedaron durante nuestra infancia, van a ser llenados indudablemente de una u otra manera.
Según la forma en que sean llenados, el impacto de todas maneras va a ser significativo en nuestra vida en adelante.
Vemos el ejemplo de Gonzalo. Dado que su madre solo le alegraba con él cuando obtenía calificaciones superiores a 8/10, su necesidad de aprobación a lo largo de su vida se vio marcada por agradar a otros mediante su quehacer.
Entonces, en su relación de pareja, la manera que él pensaba mantener la relación era a través de su trabajo. No importa el precio que tenía que pagar. Sea este en desgaste físico, psicológico o emocional, la huella inconsciente que quedó marcada en él era: solo si eres “bueno” en lo que haces, te van a querer.
Para los que creemos en Jesús, tenemos la buena y esperanzadora noticia de poder encontrar la plenitud en él para poder suplir todo aquello que fue insuficiente en nuestro pasado. Él llena todos nuestros vacíos, Él lo llena todo.
Y todo lo sometió bajo Sus pies, y a Él lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es Su cuerpo, la plenitud de Aquel que lo llena todo en todo.
Efesios 1:22-23 (NBLA). Énfasis añadido.
Al ser una acción que no depende de nuestras obras, lo único que sale de nosotros es pedir, y Él nos dará.
Renovar la mente
La Palabra nos insta constantemente a hacernos cargo de nuestro cuerpo, alma y espíritu. Solo que en la vida práctica nos encontramos con que muchos distorsionan su responsabilidad, y en esta confusión, la comodidad les lleva a entregársela a Dios.
Tal vez confundieron el entregar las cargas a Dios, con delegarle nuestras responsabilidades. Solo tal vez…
Algo de la responsabilidad lo tratamos en la entrada de ¿como ser un mejor padre?
El punto es que al hacernos cargo o responsabilizarnos de nosotros mismos, nos enfocamos en identificar cual es nuestra parte y trabajar en función de ello.
En el caso de nuestra mente, que la ubicamos dentro del alma, es nuestro deber renovar nuestros pensamientos y sistemas de creencias para que se acomoden cada vez más a la estatura de Jesús.
Y no os adaptéis a este mundo, sino sed transfigurados por la renovación de la mente para que discernáis cuál es la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios.
Rom 12:2 (BTX4)
Esta traducción nos ayuda a tener un mejor análisis de lo que nos corresponde. Veamos algunos puntos:
- Debemos poner límite al mundo, es decir, a lo que no se acomoda al pensamiento de Dios. Para esto, debemos dedicar tiempo para conocer a Dios mediante Su Palabra y relación diaria con Él.
- Para ser transformados, debemos primero renovar nuestra mente. Renovar tiene que ver con hacer algo nuevo. Por ejemplo, dejar atrás la percepción negativa que tenemos hacia nuestra madre por conductas que tuvo hacia nosotros en el pasado y permitir construir una nueva imagen acerca de ella, sin prejuicios ni heridas de por medio.
- Solo hasta que renovemos nuestra mente, podremos conocer la voluntad de Dios. Es importante modificar nuestras creencias que tenemos frente a Dios y nuestra madre para poder recibir la verdad del Cielo para establecerla en nuestro sistema de creencias como un terreno nuevo sobre el cual edificar.
Conclusión
Está claro que nuestro pasado tiene una gran influencia sobre nuestro presente y futuro. Al tener espacios para identificar aquello que nos ha marcado negativamente, podemos hacer nuestra parte para que nuestra vida tome otro rumbo.
Dios es el dueño de los tiempos. Al entregarle estas situaciones, veremos cambios en nosotros y nuestro entorno.
Además entramos en niveles superiores en nuestra relación con Dios ya que podremos conocerlo a mayor profundidad y recibir de lo que tiene para enseñarnos hasta que lleguemos a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.