10 tips para ser un mejor padre (o prepararnos para serlo)

Para nadie es un secreto que estamos atravesando tiempos de desconfiguración de la imagen de la familia. Los resultados los estamos viendo y viviendo como sociedad. Vemos que las funciones del padre y madre se están interpretando según como mejor le convenga a cada uno. ¿Cómo impacta esto en nuestra vida emocional, psicológica y espiritual como niños y en nuestra vida adulta posterior? Y en definitiva, ¿cómo ser un mejor padre en estos tiempos?

Recuerdo haber escuchado en diferentes etapas en mi vida la frase “no hay un manual para ser padre”. 

Como que era el arma secreta que Juan usaba para defenderse cuando su hermana le recriminaba acerca del comportamiento de su hijo Tomás. Si lo hubieses puesto en guitarra cuando tenía 5 años y tenías el tiempo y dinero para ello, seguro podría ser más disciplinado – le decía. 

El cerebro de Juan percibe esto como un claro ataque a su integridad como padre. Al definirlo como una acción amenazante, su mecanismo de defensa busca una respuesta para justificar su aparente negligencia

En un tono airado y en no más de 2 segundos, responde Juan: ¡nadie me entregó un manual para ser padre! Además, tu que sabes de eso si tu hijo ni te determina.

Y así seguirá la conversación con su tono beligerante hasta que alguno se atreva a bajar la guardia, callar o darle otro rumbo al tema. O que surja algún lamentable hecho que los haga entrar en razón (ira mal gestionada, por ejemplo).

Tomamos del ejemplo varios elementos que nos sirven para dilucidar el rol que nos corresponde como personas, y para el caso de esta entrada, como padres también.

Responsabilidad vs Culpa

Si bien la hermana de Juan pudo haber expresado su idea de una forma diferente y menos hostil, Juan debe asumir su responsabilidad en cuanto a la forma que gestionó el proceso de crianza con su hijo.

Solemos echar culpas a todos y a todo, y en especial, la cargamos en contra nuestra constantemente.

La culpa alude al hecho precisamente de ponerme cargas y hacer señalamientos. Trae consigo un peso bastante alto de condenación y juicio. Nos envolvemos en una atmósfera de victimización. 

Un claro ejemplo lo vivimos socialmente: la tendencia natural de buscar culpables en lugar de encontrar soluciones.

Se recomienda apartar la conducta de la persona, con el fin de tratar con la situación aislada de la personalidad del involucrado. Una cosa es la persona y otra su conducta.

De esta manera podemos deshacernos de las peligrosas, incómodas y engreídas etiquetas sociales que se suelen plasmar sobre las personas, y muy lamentablemente, sobre nuestros niños.

Eres un irresponsable. Eres incapaz. ¿Es que eres torpe? No tienes lo suficiente. Tu hermano lo hace mejor que tú. Algunas frases que nos ilustran lo tentador que es para un tutor, padre o jefe, usar para referirse a alguien cuando no se cumple con las expectativas de ellos.

Y además, sumemosle la que nos ocupa en el ejemplo: es por tu culpa que…

Por otro lado, la responsabilidad asigna un enfoque de asumir una posición o rol, y por ende lo que corresponde a sus consecuencias. Se otorga un grado de libertad superior para actuar con congruencia respecto a lo que se piensa, habla y actúa.

La responsabilidad también se conoce como la habilidad para responder.

Aunque en términos gramaticales puede que suene muy similar, a nivel de percepción, cuando hablamos de responsabilidad solemos recibir el mensaje con una carga emocional más ligera.

Es como si la culpa fuera el primer escalón (lo que siento cuando algo no está bien y tiene que ver conmigo) y la responsabilidad tiene que ver con subir al segundo nivel (asimilar la situación como parte del proceso, permitir equivocarme y tomar acciones correctivas y preventivas).

El mensaje que transmitimos puede recibirse de una mejor manera. Tanto externa como internamente. Para el caso, Juan puede asumir su responsabilidad por lo que hizo o no con su hijo durante la crianza. 

Como consecuencia, puede asumir una posición de restitución frente al daño causado a su hijo y ayudar a que la relación de ambos se fortalezca. Además que le brinda a su hijo, mediante el ejemplo, recursos y herramientas importantes para lidiar con su propia vida.

En cambio, al hablar de culpa, puede que esto lo haga sentir peor de lo que ya siente y tomar una actitud pasiva frente al tema con justificaciones del tipo ya no hay nada que hacer, nadie me entregó un manual para ser padre; lo que fue ya fue.

En resumen, debemos buscar transitar del rol de culpable al de responsable.

La silla del juicio

Solo hay un Legislador y Juez, que es poderoso para salvar y para destruir. Pero tú, ¿quién eres que juzgas a tu prójimo? Santiago 4:12 NBLA

Para la hermana de Juan, como para cualquiera de nosotros, nos resulta fácil y bastante cómodo emitir juicios frente a las actitudes o conductas de otros.

No hay que ir muy lejos. Fijémonos en una reunión familiar donde el niño de 3 años está en su etapa exploradora, desordenando todo a su paso. La mayoría se puede sentar en la silla del juicio para emitir su propio concepto de crianza.

Que al niño no deberían darle tanta libertad. Lo están mal educando. Deberían ponerle límites. Deberían, deberían y deberían…    

Algunos suelen demandar a otros cosas que ni siquiera ellos podrían hacer. Una evidencia muy común es que se suele reflejar en otros aquello que nos molesta de nosotros mismos.

Es un buen ejercicio de crecimiento personal. Cada vez que queramos opinar, juzgar o dar un consejo, primero revisemos el grado de coherencia que tenemos dentro para medir si en esa área estamos aprobados o no para seguir adelante.

Jesús lo expresó con gran claridad y sabiduría:

»¿Y por qué te preocupas por la astilla en el ojo de tu amigo, cuando tú tienes un tronco en el tuyo? ¿Cómo puedes pensar en decirle a tu amigo: “Déjame ayudarte a sacar la astilla de tu ojo”, cuando tú no puedes ver más allá del tronco que está en tu propio ojo? ¡Hipócrita! Primero quita el tronco de tu ojo; después verás lo suficientemente bien para ocuparte de la astilla en el ojo de tu amigo.

Mateo 7:3-5 NTV

¿Cómo ser un mejor padre?

Tanto como Juan y su hermana deben reconocer en este punto sus imperfecciones como personas para poder avanzar hacia un proceso de mejoramiento. Bien lo dijo Carl Jung:

“Lo que niegas te somete, lo que aceptas de transforma”

Aquí retomamos el tema de la responsabilidad. Ya sea que hayamos sido “buenos” o “malos” padres; el punto es poder determinar que siempre vamos a tener un punto para mejorar, si así lo aceptamos y decidimos.

También aplica para los que aún no son padres. Tomar medidas preventivas siempre es mejor que corregir o reparar 🙂

Sin más, aquí algunas recomendaciones para ser un mejor padre (Calvo, 2015):

1. Brindar afecto

Puede que por prejuicios culturales, algunos hombres consideran inapropiado manifestar expresiones de afecto cariñosas a sus hijos varones ya que afectarían la identidad sexual de sus hijos.

De ninguna manera. Al contrario. Al encontrar en casa una figura paterna que brinde afecto, difícilmente tendrán que buscarlo en algún otro lado o persona. 

Según el médico Juan Casado, la falta de afecto puede provocar no solo carencias en el alma, sino también a nivel físico; traducidas en enfermedades, por ejemplo.


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2. Generar espacios de comunicación 

Este es un pilar clave en todo tipo de relación. Cuando se ve quebrantado o se encuentra ausente, la estabilidad de la relación peligra notablemente.

La comunicación es el medio que usamos para expresar al entorno nuestras ideas, sensaciones, experiencias. Es tal su importancia que los problemas en la comunicación son uno de los principales motivos por los cuales las relaciones se acaban.

La mejor habilidad para ser un gran comunicador es aprender a escuchar.

Por este motivo, debemos ser intencionales al generar espacios donde podamos escucharnos entre nosotros como familia y permitirnos crear atmósferas seguras donde podamos reposar luego de un día difícil o también para compartir experiencias positivas del día.

Apartemos todo distractor que pueda bloquear nuestra comunicación. Démosle más importancia a nuestra familia que a un aparato tecnológico. Busquemos crear acuerdos familiares.

Acuerdos como dejar el celular alejado de la mesa mientras estemos comiendo en familia, son una buena opción para ayudar a concentrarnos en escuchar y disfrutar de ese valioso momento.

3. Configurar el concepto de seguridad y protección

Generar espacios donde los niños se sientan cómodos, seguros y protegidos. Es importante que nuestra casa sea un lugar donde podamos encontrar refugio. 

Para ello los padres deben entender el proceso o etapa por la cual los hijos están atravesando, según le corresponda a la edad. Evitar la tentación de tratar a los niños como adultos pequeños. 

Vemos en reuniones familiares o la típica escena en el restaurante donde el niño está llorando y gritando, y sus padres responden con esa misma carga emocional:

Cállate. ¿Por qué lloras?. Deja de llorar…

De esta manera estaríamos invalidando sus emociones y formas para expresarse.

El cerebro de un niño de 3 años está bastante inmaduro, en especial la parte que toma decisiones razonadas (el córtex), razón por la cual es complejo para él en este momento “entender” la situación para reaccionar de una manera diferente.

Está respondiendo con su cerebro emocional en esta etapa. Cuando logramos entender que debido a su edad no está capacitado para mostrar sus emociones de una manera diferente, podríamos como padres optar por actitudes y conductas un poco más empáticas.

También, generar un ambiente seguro implica que la violencia no tenga lugar, por ejemplo. De allí la importancia de que los padres busquen hacerse de herramientas de autogestión para luego poderlas transmitir a sus hijos.

Recordemos que enseñamos a través del ejemplo, más que mediante las palabras.

4. Crear límites

El vínculo que la madre crea con su hijo es muy exclusivo pues parte desde el vientre, algo que fisiológicamente le es inviable tenerlo con el padre. Luego, la conexión se extiende mediante la hermosa y única relación que se establece con el bebé mediante la lactancia.

A fin de que más adelante esta conexión no se traduzca en una interdependencia poco sana,el rol del padre en este momento es de “separador”, es decir, crear un límite para que la relación fluya con naturalidad.

Acá es donde, por ejemplo, el padre puede darle de comer también al bebé mientras su madre descansa o hace otras tareas. Empezar a tener una participación más activa y directa.

Lamentablemente, a nivel de sociedad al padre se le relega a cumplir un rol de proveedor y poco más. Claro, algunos progenitores solo se han limitado a cumplir con la labor de aportar sus genes, haciendo que el prejuicio anterior se acentúe con mayor consistencia.

De cualquier modo, uno de los roles del padre respecto a los límites consiste en marcar la pauta para establecer estas cercas a fin de generar espacios de seguridad. 

Los límites tienen que ver con respetar y cuidar la integridad del niño.

Los límites deben responder al amor y no al temor. De lo contrario, estaríamos siendo autoritarios y no padres con autoridad.

De aquí, una vez más, la importancia de revisarse primero internamente y ver si como padres hemos sanado nuestra relación con nuestros padres. En consulta suelo encontrar personas que su vacío de aceptación no ha sido llenado correctamente y cargan con el peso del temor al rechazo.

Este temor se traslada inconscientemente a la relación con nuestros hijos, creyendo que si al poner un límite mediante, por ejemplo, la palabra “no”, nos podrían rechazar ellos también. 

De aquí que muchos encuentran que el dar en exceso, decir a todo sí o ceder ante toda demanda de los hijos, nos hace ser buenos padres. Grave error.

Ahora, tampoco se trata de ahora decir a todo “no” y pecar por exceso, ya que esto también tiene un efecto nocivo en la seguridad del niño. Como siempre, pedir sabiduría y consejo para encontrar el equilibrio adecuado.


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5. Establecer modelos de autoridad

Está muy relacionado con el punto anterior. Al establecer límite a la psicología del niño respecto a lo que es correcto y lo que no, empieza a construir e interiorizar el sentido de la ley y la autoridad en general. 

Sabe hasta dónde puede llegar en cuanto a su libertad y las consecuencias que puede acarrear el hecho de traspasar el límite.

Vemos casos lamentables de ejemplos donde no hubo límites en los niños. La madre no puede hacer que su hijo le obedezca pues este no logró comprender ningún concepto de autoridad desde pequeño. 

A su vez, como consecuencia el hijo puede responder con actos de violencia al verse confrontado y no tener los recursos para asimilar la situación.

6. Enseñar a socializar

El padre sirve de facilitador para generar la conexión del hijo con la vida pública. Esto trae consigo su correspondiente peso de compromiso y responsabilidad frente a las normas sociales y códigos culturales.

De la misma manera, un buen proceso de afianzamiento de esta conexión puede contribuir a que el hijo genere amistades sanas. También, ayuda a disminuir el desgaste que implica una competencia agresiva con sus iguales.

Al saber el hijo que tiene su lugar en casa, no le hace falta luchar por un puesto compitiendo con otros.

El padre contribuye también a que el niño construya su conducta social sobre bases sanas. En su libro 100% chicos: 7 claves para que crezcan sanos y felices, la pediatra Meg Meeker cita al psicólogo forense Shaw Johnson con estas palabras:

“la investigación demuestra que no hay nadie más capacitado para frenar la agresión antisocial de un muchacho que su padre biológico”

7. Motivar al buen desempeño académico

Estudios citados por Maria Calvo (2015), muestran lo siguiente respecto a cómo un padre puede influir en el rendimiento académico de sus hijos:

  • Existen diferencias considerables entre los niños que han crecido con padre, con relación a aquellos que han crecido sin padre.
  • Cerca del 30% de niños que crecieron sin padre y 20% de hijos con padres divorciados, reportan que han perdido por lo menos un año durante su tiempo de escolaridad.
  • Aquellos padres que se dedican a apoyar al niño durante su proceso educativo y su correcto desarrollo personal y social, muestran una tasa de éxito profesional superior que aquellos que no lo reciben.

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8. Promover y enseñar el respeto hacia los otros

Especialmente el padre debe moestrar ejemplo respecto al trato que se debe dar hacia el sexo femenino. Una vez más, no es suficiente con decirlo, se debe enseñar con el ejemplo.

De la forma en la que el padre trate a la madre, por ejemplo, va a radicar sustancialmente la forma en la que el hijo va a expresarse hacia una mujer. Esto toma un matiz mayor sobre todo durante la adolescencia.

Mediante un buen trato hacia otros, el padre está transmitiendo a sus hijos mediante su buen comportamiento con los demás, valores como la empatía y aprecio por el otro.

9. Reafirmar la identidad sexual

Para que se integre correctamente la heterosexualidad en el hijo, es imprescindible el rol que cumple el padre en el hogar. El contacto físico cobra un valor muy importante.

Cuando un padre es explícito en su contacto sano a nivel físico con el hijo, este se sentirá amado mediante una expresión del lenguaje de amor. 

Siendo lleno este vaso, no le hará falta ir a buscar desesperadamente cariño fuera de casa (como lamentablemente estamos viendo en la sociedad actual); ni hombres ni en mujeres. 

Al no tener suplida esta necesidad de afecto, el niño puede potencialmente caer en estos dos extremos:

  • Hombre duro: la estereotipada figura de macho; que nada le duele, que no llora, que relaciona la expresión de las emociones con debilidad. 
  • Hombre blando: busca afirmar su identidad en la figura de su madre. En muchas ocasiones, como consecuencia de la sobreprotección de la madre, esto se presenta en un nivel excesivo, asumiendo posturas muy afeminadas en su conducta.

En el caso de las niñas, los extremos se manifiestan de manera opuesta, es decir, una mujer dura donde afirma que no necesita de nadie y menos de un hombre para vivir. Si bien esto es verdad, si la plataforma sobre la cual se está posicionando para afirmar esta identidad es el odio, resentimiento, dolor o miedo, va a ser perjudicial para su equilibrio emocional.

En el otro extremo encontramos la mujer que busca cariño en muchos lugares donde va. Es hipersensible a toda manifestación de cariño, tanto de hombres como de mujeres. Se refleja en una búsqueda constante de amor, aun en personas que la pueden llegar a maltratar. 

Esto la puede llevar a caer en relaciones insanas o tóxicas y permanecer en el círculo vicioso.

También, a nivel de sexualidad, en ambos escenarios, tanto en hombres como en mujeres, un vacío en esta área se evidencia en el amor sexual inmaduro. Es decir, una sexualidad donde predomina la excitación que busca la descarga y puro placer, por sobre el amor propio y hacia el otro.

En otras palabras, el padre es el responsable de crear un modelo digno y sano de masculinidad para el niño. Para la niña, crear un sentido de saberse atractiva por quién es, sin necesidad de buscar llamar la atención.

10. Reafirmar la estructura del alma

Dados los puntos anteriores podemos resumir que un padre contribuye notablemente en un desarrollo sano de la salud mental y emocional de los hijos.

Ayuda a que se forje un carácter firme, a su vez que tiene una influencia crítica en el desarrollo de la capacidad del control de impulsos y gestión de la agresividad. Además de contribuir a reducir la tendencia a caer en adicciones.

Respecto al impacto que puede tener en las relaciones de pareja, algunos puntos a destacar:

  • Enamoramiento sano sin dependencia.
  • Sentimientos cargados de amor y ternura.
  • Capacidad de conocerse a sí mismo y al otro.
  • Sexualidad al servicio del amor hacia el otro. No fundamentado en la agresividad.
  • Construir el concepto de asertividad para no llegar a una relación influenciada por la característica dominio-sumisión.

Finalmente, un estudio de la Universidad de Texas citado por Maria Calvo (2015), confirma lo siguiente respecto a la ausencia de paternidad:

“El niño que crece sin padre presenta un riesgo mayor de enfermedad mental, de tener dificultades para controlar sus impulsos, de ser más vulnerable a la presión de sus pares y de tener problemas con la ley. La falta de padre constituye un factor de riesgo para la salud mental del niño”. 

Conclusión

Desde el punto de vista de un padre, puede abrumar el peso que cae sobre él como figura paterna respecto a la crianza de los hijos. Más allá de la carga, sería un buen inicio saber qué nos cuesta soportar esa carga para luego reposarla sobre Jesús, quién es el mejor especialista:

»Vengan a Mí, todos los que están cansados y cargados, y Yo los haré descansar. Tomen Mi yugo sobre ustedes y aprendan de Mí, que Yo soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para sus almas. Porque Mi yugo es fácil y Mi carga ligera».

Mateo 11:28-30 NBLA

Al reconocer nuestras falencias y debilidades, podemos permitirle a Dios que se haga cargo y ser mejores padres.

Por otro lado, es un punto importante de reflexión para nosotros como hijos para identificar los vacíos que no fueron llenados por nuestro padre y trabajar en ello. 

También, entender que la paternidad es una labor para nada menor. Nos debe movilizar a levantarnos de la silla del juicio, vestirnos de humildad para ir hacia nuestros padres para reconocerles su labor y vestirlos con un traje de honra luego de lavarles los pies.

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